En unos Juegos que marcan el regreso del rugby al ámbito olímpico tras 92 años de ausencia, y con la novedad de la competición femenina, Colombia es la única representante latinoamericana con excepción de Brasil, con cupo por ser anfitrión. En el Grupo A enfrentará a Australia, Estados Unidos y Fiyi.
Los Juegos Olímpicos es el escenario que todo atleta sueña. Estar en este proceso nos trae emoción y orgullo”, dice la lateral Katerine Medina, de 23 años, mientras recupera el aliento durante un entrenamiento previo a las justas que inician el 5 de agosto.
“Australia… Son las campeonas del mundo, por lo que les tenemos mucho respeto”, dice a la AFP el entrenador Laurent Palau, un francés de 37 años que llegó a Colombia en 2004 “con el rugby por pasaporte”. “Estados Unidos y Fiyi son un equipo muy superior a nosotros, pero tienen defectos, fallas”, opina este exjugador del Draguignan, un club del país galo.
Palau confía en quedar noveno entre las 12 selecciones, “con una buena actuación contra Japón, Brasil y contra Kenia”. “Sabemos muy bien que somos las pequeñas de la competición. Pero vamos a ir con ambición, audacia, y sobre todo para divertirnos”, recalca.
El rugby en Colombia tiene apenas 20 años y muy pocas canchas específicas. Pero está progresando: en 2014 contaba con 11.566 jugadores, de los cuales 1.638 mujeres, según la federación nacional.
Algunas de las 16 jugadoras de la selección olímpica, criadas en ambientes de delincuencia, pero también en hogares acomodados, vienen de otros deportes como Katerine, o Nathalie Marchino, otrora basquetbolista. Con su pierna tatuada y rizos decolorados, esta colombiana que cumplirá 35 años la semana antes de los Juegos, comenzó en el rugby en 2005 y hoy se destaca en la posición central.
Nathalie creció en Suiza y estudió y vivió en Estados Unidos, pero apeló a su ciudadanía colombiana para poder estar en Rio-2016, donde a falta de pasaporte estadounidense no podía competir por ese país. “Es un ambiente totalmente diferente, me fascina, es como volver a jugar por el amor al juego”, dice, entusiasmada de ser “olímpica”.
Al probar los pases, sus compañeras no le tienen piedad, sin dejar de reír, ni de tenderle la mano después de un “tackle”. “Las chicas tienen unas cualidades de afecto y reflexión que van más allá del campo de juego. Esto nos permite tener atletas más completas”, comenta el entrenador Palau al explicar la clasificación de Colombia.
Con información de AFP
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