Mu Par volvió hace unos meses al estado Kayah, conocido por las mujeres de estilizados cuellos alargados por argollas. Antes vivió 14 años en la vecina Tailandia, donde se cansó de posar con turistas.
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En su región del nordeste de Birmania, estas mujeres esperan atraer a los visitantes interesados por las tradiciones.
Mu Par dirige una de las cabañas dedicadas a la venta de muñecas de madera decoradas con pañuelos y aros de bronce, una artesanía con la que prevé sacar adelante a sus cuatro hijos de entre 4 y 15 años.
“Por lo menos en Birmania mis hijos pueden ir al colegio. Y estoy feliz de vivir con mi familia”, explica esta mujer de 33 años a la AFP mientras un puñado de turistas le sacan fotos.
Hasta hace poco Birmania era un país reservado para los viajeros más intrépidos, pero la apertura promovida por la autodisolución de la junta militar en 2011 ha cambiado las cosas.
Ahora hay cada vez más turistas y los expertos del sector creen que todavía habrá más con la llegada del gobierno civil liderado por la premio nobel Aung San Suu Kyi.
Por de pronto ya pueden viajar al pequeño estado Kayah, una región de colinas ricas en esmeraldas.
Mu Par y sus vecinos de las cinco aldeas de Panpet se han organizado para poner en marcha un mercado a la entrada del pueblo principal. Comparten lo que cobran por entrada (5.000 kyats, o sea cuatro euros por persona).
“Si logramos atraer a muchos turistas, todas las muchachas Kayan de Tailandia volverán”, asegura Mu Par.
Para las mujeres Kayan, las argollas del cuello son un signo de belleza. A los cinco años se colocan las primeras y cuando son adultas llevan hasta 25, de un total de cinco kilos de peso, que comprimen sus hombros y clavículas.
Cuenta la leyenda que las mujeres Kayan, también llamadas Padaung, adoptaron esta costumbre como protección contra los tigres, que solían atacar a sus presas en el cuello.
Con la misma finalidad, los hombres acostumbraban a ponerse máscaras con forma de cara en la parte de atrás de la cabeza. Ya no lo hacen.
Las mujeres también llevan menos aros. Algunas familias no tienen medios para comprarlos y muchas niñas saben que constituyen un obstáculo para encontrar trabajo en las ciudades.
“Cuando se les pide que posen para fotos da la impresión de estar en un zoológico. En lugar de eso, la gente puede venir a comprar sus productos, como comida, objetos artesanales y souvenirs”, propone Phyoe Wai Yar Zar, al frente de un operador turístico en Birmania.
AFP
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