Han pasado más de 70 años pero el recuerdo de la bomba atómica sigue persiguiendo a los supervivientes, algunos de los cuales contaron su sufrimiento, como esta mujer de 86 años, una de las pocas que sobrevivió a Hiroshima y Nagasaki, donde estalló la segunda bomba atómica estadounidense.

Tras la muerte de su madre y su hermana el 6 de agosto de 1945 en Hiroshima, Katani viajó al cementerio familiar en Nagasaki para dejar sus restos. Pero allá, fue golpeada una segunda vez por el arma atómica que la sumió en un coma de 3 días.

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Y esto había sucedido anteriormente, en Hiroshima: “Mi padre me dijo: ‘Tu mamá y Tamie (la hermana de Katani) están probablemente allí, bajo los escombros'” de Hiroshima.

“Encontré la osamenta de mi madre, la puse en una caja. Después encontré unos huesos tan frágiles que no los podía recoger. Mi padre me dijo: ‘estos son de Tamie’. Mi madre habría intentado escaparse cogiendo a mi hermana en brazos, antes de que la casa se derrumbara sobre ellas y murieran quemadas”, cuenta.

“Guardo un recuerdo muy vivo de esta escena, cómo olvidarla. Estoy al borde de las lágrimas cuando rememoro el pasado”, dice Katani.

“He sufrido mucho de afecciones pulmonares, como la neumonía. Cuando tomo sitio ante el altar budista de la familia, le digo a mi madre: ‘Mamá, por favor ven a buscarme’, pero ella nunca viene”.

“No creo que haya tenido un destino maldito. Buscar culpables no lleva a ninguna parte. Pero por supuesto, habría sido más feliz si no hubiera habido los bombardeos atómicos”, y agrega: “Mis recuerdos son de color gris, de verdad, no puedo recordar un cielo azul”.

En el pasado, odiaba a Estados Unidos, pero ya no. Quiero conocer al presidente Obama y decirle: ‘no haga más la guerra'”.

Otro sobreviviente, Shigeaki Mori, de 79 años, se interesó por el destino de los prisioneros de guerra estadounidenses que se encontraban en Hiroshima. Hoy en día, dirige búsquedas sobre los detenidos australianos presentes en Nagasaki.

“Andaba sobre un puente y me precipité al río. Me arrastré fuera del agua y vi a una mujer tambalearse hacia mí. Estaba cubierta de sangre, sus órganos se le salían del abdomen. Sosteniéndolos, me preguntó dónde podía encontrar un hospital, pero huí y la dejé sola.

Los que todavía estaban vivos se desplomaban todos a mi alrededor. Me escapé aplastando sus caras. Escuché gritos que provenían de una casa demolida, pero huí. Todavía era un niño, incapaz de ayudar”, se lamenta.

Sunao Tsuboi, de 91 años, es copresidente de la Confederación Japonesa de Organizaciones de Víctimas de las Bombas Atómicas y de Hidrógeno.

Sufrió quemaduras graves, cáncer y otras enfermedades, pero nunca ha dejado de participar activamente en la campaña para un mundo libre de armas nucleares.

“Fue una experiencia espantosa. Desnudo, intenté huir durante tres horas pero no podía caminar. Terminé por escribir en el suelo (con una pequeña piedra): ‘Aquí murió Tsuboi’”.

Perdí el conocimiento muchas veces hasta que volví a la realidad el 25 de septiembre.

Puede que me muera mañana pero soy optimista. Nunca bajaré los brazos. Nuestro objetivo es ‘cero armas nucleares’.

“Disculpas o no, poco importa. Quiero simplemente que el presidente Obama venga a Hiroshima y vea lo que realmente pasó y escuche la voz de los supervivientes”.

AFP

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