Armados ahora, además, con herramientas tecnológicas (computador, cámara, USB…), los delincuentes graban videos que hacen llegar a sus víctimas con las exigencias económicas.
El contraste no puede ser más elocuente: semejantes avances, enmarcados por las sombras del monte (todas), son manipulados por insidiosos ‘comunicadores’ uniformados que expectoran sus mensajes amenazantes.
Eso queda demostrado en un video que circula en Facebook, en el que un alias ‘Iván’ —que se identifica como integrante del Bloque Oriental de las Farc y quien asegura haber recibido “la misión” de “hablar”— amenaza al ganadero Luis Alejandro Ruiz, identificado en esa red social como miembro de la asociación de ganaderos Asocebú. El hombre vive en Acacias (Meta). Dos hombres que llegaron en una moto dejaron en su finca un paquete que contenía una USB con el video.
La intimidación de alias ‘Iván’ —que aparece relajado y abrazando un fusil R-15, flanqueado por otro hombre con un AK-47— comienza haciendo una sucinta relación de los supuestos bienes del ganadero: “Me dieron la misión de hablar con usted para que se acerque a pagar la ‘Ley 002’. Nosotros sabemos que tiene varios hatos en la serranía, al pie de Bogotá tiene, tiene en Chchimene, tiene en Cumaral, tiene en Cubarral, en El Castillo, Meta. Tiene varias fincas, tiene joyerías… bueno…”.
“Nosotros lo que queremos es que se acerque por las buenas a pagar la ‘Ley 002’”, dice el supuesto guerrillero en un tono conciliador, amable, si cabe la expresión, y de inmediato suelta una poderosa carga: “Nosotros estamos dialogando en La Habana, pero eso no quiere decir que el impuesto que cobramos para la paz lo paramos”.
Intenta explicarle a su víctima qué es el ‘impuesto para la paz’: “Es el impuesto para sostenernos nosotros: una cantidad de miles y miles de guerrilleros que hay en Colombia, que comemos, vestimos, nos enfermamos; necesitamos para la droga, necesitamos para muchas cosas, para poder subsistir…”.
El delincuente también se aventura con una disertación tributaria, pues presume que su víctima no entiende lo que le está pasando: “Así como ustedes le pagan al Estado, cada año, cada rato, impuestos de una cosa y de otra, del IVA…, así nosotros también requerimos de una ayuda consciente que nos haga para el movimiento”.
Pero en ese momento, el lobo ya no se hace notar solo por sus orejas, sino que se presenta de cuerpo entero: “De lo contrario —dice el hombre sin mirar nunca a la cámara—, entraríamos a tener inconvenientes muy serios. Nosotros sabemos todos los movimientos que usted tiene, por todos los lados por donde se mueve, de la familia, de los carros… De todo, de todo, sabemos. Entonces, queremos que por las buenas se acerque”.
Y hace, eso sí, una precisión para que la víctima no vaya a creer que está siendo extorsionada por cualquiera. “Nosotros no hacemos negocios por celulares, no exigimos que nos consignen en cuentas bancarias, no recibimos plata en las ciudades. Nosotros lo que queremos es que así, y como ustedes mismos se dan de cuenta, verifiquen que sí es la guerrilla, para que la delincuencia no aproveche estas oportunidades, y ustedes salgan entregando la plata al que no es…”.
Más allá del estupor que provoca esta extorsión, el video también plantea otras inquietudes, relacionadas, primero, con la incertidumbre de no saber si se trata efectivamente de guerrilla o de delincuencia común. De ser cierto que es guerrilla, se asoman de nuevo las orejas de otro lobo, ese sí monumental, y que apenas se ha dibujado con la pregunta que se viene haciendo el país: ¿qué harán después muchos de los desmovilizados de esos grupos armados, de darse un acuerdo de paz?
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