A pasar de que sus miembros se identifican como “políticamente incorrectos” y que pretende ser humorística, muchos de sus detractores los acusan de pasarse de la línea y ser irrespetuosos y dar un trato indigno a personas vulnerables. Es decir, de ‘matonear’ a las mujeres y a los homosexuales.
En las reglas de participación se señala que sus miembros no forman parte de una universidad en especial, por lo que ninguna los podría sancionar.
También llama la atención el segundo apartado de sus reglas:
Están prohibidas las publicaciones que atenten contra la dignidad de otros miembros de manera injustificada.
También advierte los comentarios son responsabilidad de sus autores, que podrán ser bloqueados o eliminados por los administradores.
La última, pero no la única de sus provocaciones fue esta semana, cuando el blanco de sus comentarios fue la escritora Carolina Sanín, a través de dos imágenes que ella consideró ofensivas y denigrantes con su condición de persona.
En la segunda foto que se publicó aparece Sanín con un ojo morado y el comentario “cuando el heteropatriarcado te pone en tu lugar”.
De acuerdo con la revista Semana, este último comentario desató las protestas de un sector de estudiantes y profesores que le reclaman a la rectoría la adopción de medidas contra los acosadores que se esconden detrás del anonimato que brinda la red social masiva.
No es el primer caso de ciberacoso protagonizado por el grupo de Los Andes pues ya antes un joven homosexual, Sebastián Lanz, y una estudiante de escasos recursos, Sol Fonseca, se habían convertido en objeto de burlas en el grupo.
Según Semana, Facebook privilegió a los miembros de ‘Chompos’ para publicar libremente bajo el argumento de la libertad de expresión.
De acuerdo con un comunicado de Los Andes, que reproduce Semana, la Universidad anunció una investigación de estos casos sin dar más detalles, para no revictimizar a los afectados.
En su editorial, El Espectador se refiere al tema al invocar que quienes ejercen su derecho a expresarse libremente también son responsables por sus expresiones.
Flojo favor le hacen a la libre expresión sus autoproclamados defensores al utilizar la máscara de la cruzada ideológica para esconder posiciones retrógradas y violentas, y al decir que los reprimen cuando reciben el reproche vehemente de las personas que ya entendieron la necesidad de sacudirnos las estructuras sociales que fomentan la exclusión. Si bien nos reafirmamos en que este discurso sí está, y debe ser, protegido por la libre expresión, también creemos que la verdadera pregunta de fondo es si es ético discriminar de esta manera. La respuesta rotunda es que no, y a partir de ahí deben llevarse a cabo las discusiones para encontrar soluciones estructurales al problema”,
señala el editorial.
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