author
Escrito por:  Fredy Moreno
Editor jefe     Abr 26, 2024 - 10:18 am

El país aún no se repone de la sorpresa que le produjo el anuncio del presidente Gustavo Petro de que pedirá a la Cámara de Representantes que suba el umbral pensional de 2,3 salarios mínimos para cotizar obligatoriamente en Colpensiones —tal como acaba de ser aprobado en el Senado después de un acuerdo que pactó su gobierno con los senadores del Partido Liberal— a cuatro salarios mínimos. Eso se ha entendido como una prueba más de que el mandatario, en el mejor de los casos, no honra su palabra, o, en el peor, que simplemente miente para alcanzar sus objetivos.

(Le interesa: Además del cambio en Colpensiones, Petro pedirá modificación (grande) en reforma pensional)

De eso se le señaló también por haber firmado en piedra durante su campaña que no tocaría la Constitución y jurado al posesionarse como presidente que la cumpliría, pese a lo cual viene anunciando con cada vez más intensidad que convoca al pueblo a las calles, en lo que él denomina “proceso constituyente”, sin acatar lo que establece la Carta Política con respecto a los mecanismos para modificarla, como, por ejemplo, la obligación de llevar la propuesta al Congreso.

En el caso de la reforma pensional, el presidente Petro había planteado en su campaña un umbral pensional (por debajo del cual los trabajadores cotizarían en Colpensiones y de ahí para arriba en los fondos privados) de cuatro salarios mínimos. Después, en la propuesta inicial de la reforma que se llevó al Congreso, quedó en tres salarios mínimos. Aun así, encontró resistencias en el Senado y, para superarlas, el Gobierno aceptó acordar con los liberales el umbral de 2,3 salarios mínimos. Solo de esa manera fue aprobada la reforma en segundo debate, asegurando su paso a la Cámara, donde el mandatario tiene las mayorías.

Luego vino el anuncio del jefe de Estado que desconoce lo pactado. De los ocho senadores liberales que respaldaron la reforma (Alejandro Vega, Fabio Amín, Alejandro Carlos Chacón, Juan Diego Echavarría, Laura Fortich, Karina Espinosa, Jaime Enrique Durán y Claudia María Pérez), solo Chacón se pronunció al conocer lo que dijo el mandatario, pero con la advertencia sobre un paso que quizá el presidente no consideró al dar su aviso, como si todo el proceso de aprobación ya hubiera culminado.

“Ahora le toca a la Cámara tomar decisiones en su autonomía; en una democracia, la Cámara es parte del proceso legislativo; esto es bicameral”, dijo Chacón, y, levantando el dedo índice, advirtió: “Pero no hay que olvidar: [la reforma pensional] vuelve al Senado en la conciliación”. El comentario anticipa que esa última etapa no será nada fácil, pues el mensaje del presidente Petro fue claro: no respetó los acuerdos y desestimó el hecho de que fue un triunfo frágil porque la reforma pasó con un solo voto que conformó las mayorías. Faltar a su palabra, o mentir, podría dar al traste con una de sus más importantes reformas.

Actitud de Gustavo Petro hace pensar en Maquiavelo

Pero desde la perspectiva de la pragmática política, la mentira encuentra explicaciones, más que justificaciones. De hecho, en Colombia, esta actitud no puede atribuírsele exclusivamente al presidente Petro. El expresidente Juan Manuel Santos hizo célebre la frase “Solo los imbéciles no cambian de opinión cuando cambian las circunstancias”, una actitud que constituye un caldo de cultivo para el surgimiento de las mentiras. En todo caso, el concepto ya había sido planteado por el que es considerado padre de la teoría política y del pragmatismo político, Nicolás Maquiavelo, para quien, en suma, la mentira, la traición y la falsedad resultan muy rentables políticamente.

“[…] Un señor prudente no puede —ni debe— guardar fidelidad a su palabra cuando tal fidelidad se vuelve en contra suya y han desaparecido los motivos que determinaron su promesa”, escribió Maquiavelo en el capítulo XVIII de su más célebre obra, ‘El príncipe’. “Si los hombres fueran todos buenos, este precepto no sería correcto, pero —puesto que son malos y no te guardarían a ti su palabra—, tú tampoco tienes por qué guardarles a ellos la tuya”.

Lee También

En su interesante artículo ‘Mentira y poder’, publicado en 2018 en el diario ‘Las Provincias’, el profesor Ginés Marco, decano de la Facultad de Filosofía, Antropología y Trabajo Social de la Universidad Católica de Valencia, planteó que “el uso de la mentira aceptado socialmente e incluso, a los ojos de algunos, justificado para la acción política, es una recomendación que no ha dejado de prodigarse a lo largo de la historia del pensamiento político”.

“En cierto sentido, toda acción política tiene que jugar con las apariencias, al menos con la verosimilitud”, agrega el docente en su artículo. “En la medida en que se refiere al futuro, la acción de gobierno no puede ser ni verdadera ni falsa, sino solo posible. Lo mismo ocurre con la promesa del político. Lo único que puede es ser más o menos verosímil, es decir, creíble. Solo quien promete puede saber hasta qué punto está más o menos dispuesto a realizar aquello que es el contenido de su promesa, y asumir el coste”.

A propósito de ese coste, hay que destacar que en las marchas del pasado 21 de abril contra el presidente Petro, su Gobierno y sus reformas, muchos de los manifestantes esgrimieron como única consigna exigirle al mandatario el respeto de la Constitución del 91, pues se sentían engañados con su promesa y juramento de no modificarla y hacerla cumplir. “El príncipe no tiene que ser virtuoso, sino aparentar aquellas virtudes sin las cuales el poder le sería arrebatado y no ocultar aquellos vicios que están bien vistos por el pueblo”, agrega el profesor Marco, interpretando a Maquiavelo.

Pero el presidente Petro, como no le importan las formas, deja ver muy pronto sus propósitos descarnadamente, y eso también es causa del malestar que despierta en varios sectores de la población. “Quien miente, tiene la capacidad de configurar la realidad de manera que beneficie su interés”, agrega el profesor Marco. “Sin embargo, en el largo plazo quizás sea ésta una de las causas mayores de fracaso político y de degeneración de la vida política”.

Para terminar, Marco cita a la también profesora Monserrat Herrero, para quien “no solo se miente impunemente, sino que la inducción a error que tal acción produce es razón que conlleva la paralización de la vida política. Siempre conviene recordar que la mentira es el arma del cobarde. Y el cobarde, tarde o temprano, es vencido”.

Lee todas las noticias de nación hoy aquí.