El monopolio le permite al tiburón de Novartis devorarse a los más débiles
Esa multinacional farmacéutica suiza vende en Colombia su Imatinib contra el cáncer seis veces por encima de lo que valdría el genérico, sostiene Cristina de la Torre en su columna de El Espectador. Y lo hace —dice ella— porque en 2012 el Consejo de Estado le otorgó, “hincada la rodilla”, patente de exclusividad, y “porque la Superintendencia de Industria y Comercio, que 9 años atrás se la había negado, enmudeció”. Destaca la labor del ministro de Salud, Alejandro Gaviria, que se propone romper ese monopolio para que Colombia someta la patente de Novartis a licencia obligatoria, y lo declare de interés público, pues se trata de un medicamento esencial. De conseguirlo, Colombia no será el primer país “que libre en su suelo esta batalla planetaria contra la gula de la gran industria farmacéutica”, y recuerda los casos de Tailandia, Brasil, Suráfrica y la India, que ya “cobraron victoria”. Agrega que el Estado no debería limitarse a controlar precios y a apoyar la industria nacional de genéricos. “Debería, también él, producirlos. Inyectar recursos abundantes en ciencia, tecnología e innovación”.
Obvio que la guerrilla se va a reintegrar para buscar el poder; y está en su derecho
La Constitución garantiza que todo colombiano tiene derecho a elegir y a ser elegido, recuerda Hugo Quintero Bernate en su columna de El Nuevo Siglo, para criticar a quienes denomina “los miembros más caracterizados de la derecha nacional” que advierten “del peligro de un proceso de paz con las Farc”. Para Quintero Bernate, no es ningún descubrimiento, como lo denuncia la derecha, que la guerrilla se proponga llegar al poder en una “alianza de izquierdas”. “Imagínense ustedes, la guerrilla que ha estado 60 años en el monte, aceptó un proceso de paz solo para reintegrarse a la vida civil y la institucionalidad con el ¡propósito de buscar el poder! Y peor aún, en una gran coalición de izquierdas. ¡Habráse visto, semejante trampa!”, se burla. También recuerda que históricamente una de las causas de la guerra en Colombia “ha sido precisamente la exclusión del poder de sectores definidos de la población”.
Dictadura de Maduro convirtió a Lilian Tintori en embajadora de un país harto de experimentos arbitrarios y de improvisaciones macabras
Maduro y sus secuaces, al encarcelar a Leopoldo López, “se inventaron sin querer una opositora que no se deja amilanar con el espectáculo de los desfiles militares o con las amargas humillaciones del sistema carcelario que retiene al papá de sus hijos”, dice Eduardo Escobar en su columna de El Tiempo. Ella corre “por todos lados, junta voluntades, doliente y digna; concede entrevistas, asiste a congresos de mujeres. Y objetiva la desgracia de un país caído en la oscura trampa del engendro ideológico del socialismo del siglo XXI”, añade, y advierte que es posible que Tintori se convierta “en una opción política eficaz en el futuro próximo de Venezuela, junto a las otras mujeres de los alcaldes detenidos sin apelación posible, esposas y madres”. Para Escobar, entre todas las personalidades de la oposición venezolana, Tintori “irradia eso que llaman el carisma, y despierta una simpatía que lo pone a uno del lado de los venezolanos que se resisten a perder la libertad de expresión y de prensa, de los que defienden la división de los poderes y apelan al referendo revocatorio en una situación límite como la que vive Venezuela ahora”.
El talante de cabra loca de Nicolás Maduro está llevando al atolladero el proyecto bolivariano
El propio Maduro apretó más la soga que tiene colgada al cuello desde que se montó al poder al aferrarse a facultades extraordinarias bajo la figura de Estado de Excepción Indefinido, “un artificio que significa que puede decretar lo que quiera para sus propósitos”, afirma Juan David Ramírez en su columna de El Colombiano, y agrega que esa soga la tiene el mandatario venezolano ahí “por haber construido un populismo que se quedó sin pueblo por razones tan sencillas como morir de hambre, vivir en medio de la inseguridad rampante y sentir la corrupción a flor de piel”. En otras palabras, Maduro al tratar de “librar una crisis supuesta de carácter económico, acomodó todo para potencialmente violar cualquier garantía democrática”.
Se equivoca el Procurador al decir que los funcionarios no pueden salir a respaldar el “Sí” o el “No” en el Plebiscito por la paz
Si bien ellos no pueden participar en política y el plebiscito es un ejercicio electoral, no tiene como fin la llegada al poder de un candidato o colectivo específico, explica Katherine Diartt Pombo en una columna de El Heraldo. “Es obvio que las fuerzas políticas se moverán hacia la alternativa que más les convenga, pero es que: ¡Están en su derecho! Llenar este proceso de limitaciones y secretismo solo ocasionaría mayores peligros para nuestra estabilidad democrática”, agrega.
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