Sucede en el barrio El Bagazal, cerca de la avenida Circunvalar con calle 76, donde el agua ya no fluye por la quebrada Los Rosales, que “nace a más de 3.200 metros sobre el nivel del mar”, según Caracol Radio.
La culpa no es de (el fenómeno de) El Niño, dice la emisora, sino de los adultos que afectaron su cauce, y ni las organizaciones ambientalistas ni las autoridades han podido evitarlo, como demuestran los documentos publicados por la emisora.
La Alcaldía de Chapinero, la Secretaria distrital de Ambiente, la Corporación Autónoma Regional (CAR), la Policía y la Fiscalía están enteradas; dicen haber cumplido con sus responsabilidades, pero todos afirman están impedidos para detener las obras.
Las edificaciones en cuestión son ilegales, como todas las construidas después de 1988, según un fallo del Consejo de Estado que convirtió la zona en reserva forestal, explica El Espectador.
Los sellamientos han sido violados; los paisajes, alterados; las aguas, desviadas; y las ordenes de suspensión, ignoradas por los “dueños de predios que no se dejan notificar o no se han podido determinar, pero cuyas acciones legales sí han prosperado”, describe Caracol.
En enero, la situación era crítica, como pudo constatar un periodista de Semana: “La quebrada Rosales dejó de fluir. No valieron ni las advertencias de la Secretaría de Ambiente, ni mucho menos los sellamientos de la CAR y de la Alcaldía Local”.
La única que parece actuar a favor de la quebrada es la naturaleza misma, que con las lluvias recientes ha vuelto a llevar un poco de agua al cauce. Sin embargo, no hay que confiarse, las obras siguen avanzando y la fuente hídrica está en grave peligro.
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