La ciudad se llena de bicicletas, taxis y motocicletas. Los transmilenios se ocupan hasta las banderas. Y tal vez solo los carros de ministros y personajes de los poderes públicos y las Fuerzas Armadas tienen el derecho de compartir las vías que por un único día pertenecen a las bicicletas.

Es una idea rara, ya que las urbes en el mundo se han desarrollado como centros por los que los motores a gasolina imperan y dominan. Pero Bogotá rompe la norma cada año, cada primer jueves de febrero.

Un día difícil, donde muchos prefieren trabajar desde casa, otros dejar de lado saco y corbata o tacones altos.

El artículo continúa abajo

Y así se piense que mejora la movilidad, no resulta en muchos casos, ya que las bicicletas también forman trancones y ponen en riesgo el paso de los pocos automóviles que, a pesar de la norma, deben recorrer las calles. Háblese de ambulancias, carros de valores y vehículos blindados.

Al final del día, el cansancio es mayor. Para muchos es uno de los pocos días en que desempolvan su arrumada bicicleta. Para otros es uno de los momentos obligados para tomar el servicio público.

Cuando termina la jornada, y se vuelven a llenar las calles de infinidad de carros, es un momento para pensar en cómo sería un mundo sin carros, cómo los habitantes de esta capital se moverían sin su propio y particular vehículo.

Este es apenas un ejercicio, un experimento, que se repite cada año. Que genera incertidumbre en buena parte de los ciudadanos de Bogotá. Tal vez algunos pocos se motiven a tomar a partir de ese día la bicicleta como mecanismo de transporte. Pero creo que no, creo que serán muy pocos los nuevos ciclistas. Ese día será recordado como una de esas extrañas aventuras a las que nos tienen acostumbrados nuestros burgomaestres.

El mundo no echa para atrás. Ya los carruajes a caballos no volverán. Los motores a inyección y las tecnologías avanzadas, como los carros eléctricos o de combustibles no fósiles, van mandando la parada y están supuestos a ocupar las calles en el 2040.

El mundo sin carros, sin vehículos de tracción autónoma, hará parte por siempre de nuestro planeta. La ficción propone máquinas voladoras: películas como ‘El quinto elemento’ imaginan que los carros podrán virar en todos los sentidos. Tal vez una especie de drones tripulados ocupen no solo las calles, sino cada espacio de las ciudades.

Por ahora, los motores con tracción de combustible y las bicicletas con la fuerza de los humanos, son la opción primordial para movernos por las calles. Habrá que esperar lo que traiga el futuro. Hace un poco más de cien años, nadie imaginaría que millones de carros andarían por calles asfaltadas, reemplazando la fuerza de los caballos.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.

LO ÚLTIMO