Igual ocurre con quienes tienen sobrepeso en cualquier nivel, su expectativa y calidad de vida estarán dramáticamente reducidas frente a alguien que se mantiene en el rango de peso saludable. Hace más de dos años advertimos que en Colombia el sobrepeso ya era evidente en la mayor parte de la población y deterioraba de forma definitiva la salud y la calidad de vida. Y la obesidad como enfermedad afectaba al menos a la cuarta parte de los colombianos.
Pocos lo tomaron en serio, especialmente el Estado que siguió apoyando (y casi promoviendo) el consumo de alimentos procesados, ultraprocesados y bebidas azucaradas. Y el sistema de salud, poco interesado en realizar de forma pragmática y transformadora un eficaz proceso de educación y prevención en salud. Y una población en general inculta y maleducada en asuntos de autocuidado y que sigue defendiendo con ahínco sus mañas y malas (o pésimas) costumbres alimentarias, porque le encanta estar en una zona de confort y evitarse cualquier esfuerzo que incomode el momentum de falso placer.
Hoy estamos ‘cosechando’ los frutos de semejante displicencia e indiferencia, con un país más gordo, enfermo, deteriorado, menos productivo, con alto riesgo de infarto temprano, menos calidad de vida, gente más infeliz y menor expectativa de vida. Ello no es cualquier cosa, son serias consideraciones que deberían obligarnos a tomar firmes decisiones. De lo contrario cuando estemos agobiados por los males degenerativos o crónicos, ya será tarde y poco lo que podamos hacer para revertirlos. La prevención es indispensable y obligatoria.
Ello está corroborado por el reciente informe denominado Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y El Caribe, presentado conjuntamente por la FAO y la OMS en Santiago de Chile. En el mismo se concluye que un 58% de la población de América Latina sufre sobrepeso, debido principalmente a una mala nutrición que afecta en especial a mujeres y niños, Mientras 360 millones de latinoamericanos sufren sobrepeso, unos 140 millones (un 23% de la población) padece de obesidad, cifras alarmantes que expresan “una presencia preocupantemente alta en la región” de ambas condiciones.
El sobrepeso y la obesidad “se han duplicado en la última década y la tendencia es creciente principalmente en las mujeres y los más jóvenes”, afirmó Paloma Cuchi, representante de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Chile.
En el caso de los adultos, las mujeres padecen mayor obesidad en comparación con los hombres. En más de 20 países, la tasa de obesidad femenina es 10 puntos porcentuales mayor que la masculina, según este reciente informe, con el que nos madrugamos en 2017.
Ahora en nuestro medio es evidente que el mayor problema está relacionado con el autocuidado y el estilo de vida. En Colombia se promueven abiertamente en todos los estamentos pésimos hábitos de vida, dando incluso mal ejemplo desde las instituciones y los mismos líderes o personalidades. Particularmente sucede en la alimentación manipulada por la publicidad, los intereses de la industria, la promoción del folclorismo, las costumbres populacheras, festivales gastronómicos insalubres, etc.
No sabemos comer y mucho menos queremos hacerlo saludablemente. Además de ello la mayor parte de la población es francamente sedentaria, utiliza poco su cuerpo para desplazamientos y otras labores; además se practica menos deporte aeróbico de forma regular.
Ello permitirá entender por qué más de la cuarta parte del país ya ha entrado en la enfermiza franja de la obesidad y al menos el 50 por ciento de los colombianos está con sobrepeso, lo cual no es nada saludable.
Esto es francamente alarmante por ser un serio problema de salud pública que causa otras enfermedades, disminuye sustancialmente la calidad de vida y reduce la productividad. Hoy el sobrepeso es más grave que la desnutrición y cualquier cantidad de masa grasa de exceso (así sea solo un kilo) es nociva para la salud humana.
Estas cifras alarmantes ya las había confirmado el director del Instituto Nacional de Salud (INS), hace más de tres años: “uno de cada dos colombianos entre los 18 y 64 años está en sobrepeso y más propensos a aumentar (y llegar a la obesidad) que a disminuir. Hay que implementar estrategias de varias partes.
El informe de la FAO y la OMS debe alertarnos mucho más. Nuestra calidad y expectativa de vida se van reduciendo por cuenta del aumento progresivo del peso, que sin darnos cuenta nos está llevando a una muerte temprana.
Hay que actuar desde todos los frentes, pero principalmente dando ejemplo desde los mismos gobernantes y con autoridad para intervenir a los mercaderes de la salud, a la industria, a toda la nociva publicidad y al mercadeo sobre alimentos procesados, ultraprocesados y empacados.
Además se requieren tomar unas decisiones sabias y contundentes, especialmente frente a la alimentación adecuada y a combatir de manera firme el sedentarismo. Comer saludablemente y ser más activos físicamente debería ser la premisa prioritaria. Pero es evidente que para enriquecer o mejorar nuestro comportamiento, nuestro estilo de vida, debemos primero cambiar nuestra forma de pensar. Ese es el gran desafío.
Ya lo diría Sócrates alguna vez: “Si alguien busca la salud, pregúntale primero si está dispuesto a evitar las causas de la enfermedad; en caso contrario, abstente de ayudarle”.
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