Así lo denuncia el periódico estadounidense ‘The New York Times’, que investigó a una oscura firma llamada Devumi, que no es la única que provee estos servicios y tiene al menos 200 mil clientes.
Nombres tan cercanos como John Leguizamo o el presidente de Ecuador, Lenin Moreno, están dentro de sus clientes. Y es probable que los haya en Colombia, pues “Devumi, usando un conjunto de al menos 3,5 millones de cuentas automatizadas —cada una de ellas ha sido vendida muchas veces—… les ha proporcionado a sus clientes más de 200 millones de seguidores en Twitter”, dice el periódico.
Según el periódico, el fenómeno de la venta de seguidores falsos es de tales proporciones que, calcula, 48 millones de cuentas de Twitter y 60 millones en Facebook son automatizadas.
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¿Y para qué sirven? Una respuesta que Colombia debería mirar con mucho cuidado, en especial en esta época electoral: “Estas cuentas falsas, conocidas como bots, pueden ayudar a influenciar a las audiencias publicitarias y replantear los debates políticos. Pueden afectar negocios y arruinar reputaciones… Los productos de Devumi también atienden las necesidades de políticos y gobiernos del resto del mundo”.
Tradicionalmente, la manera de identificar seguidores falsos era la de revisar si las cuentas tenían fotos, biografías, publicaciones, pero lo que llama la atención en el reportaje de ‘The New York Times’ es que el negocio se ha sofisticado tanto que lo que ahora se hace es robar la identidad de cuentas reales, y reutilizarlas muchas veces.
Lo que determinó la investigación de ‘The New York Times’ es que, dependiendo del volumen de seguidores comprados, hay diferencias en la ‘calidad’.
El periódico compró 25 mil, por 225 dólares.
“Los primeros 10.000 parecían ser personas reales. Tenían fotografías y nombres completos, la ciudad en la que se encontraban y biografías que parecían ser auténticas… Pero vistas más de cerca había detalles extraños. Los nombres de las cuentas tenían letras de más o usaban guion bajo o sustituían letras tan similares que el cambio era casi imperceptible, como una ele minúscula en vez de una i mayúscula. Los siguientes 15.000 seguidores de Devumi eran más claramente sospechosos: no tenían imágenes de perfil y en vez de nombres tenían una mezcla de letras, números y fragmentos de palabras”, dice.
Pero muchos de los compradores no solo buscan distorsionar el debate político. Otros, simplemente, promocionan productos y servicios, por lo que cobran como influenciadores.
Alguien con 100 mil seguidores puede cobrar 2 mil dólares por un trino, pero uno con un millón puede cobrar 20 mil.
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