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¿Cómo resolvían los conflictos en la familia de cada uno: se mechoneaban y tiraban la vajilla a la cabeza, discutían calmadamente o preferían ‘comer callados’?
Eso podría darle pistas de si cuando aparezcan las diferencias van a terminar en una comisaría de familia o resolverlas bien.
De todas formas, haga memoria y verá que las situaciones que vivieron en el noviazgo le darán pistas sobre el tema. Incluso, muchas veces dan luces sobre si uno de los 2 es un maltratador, si uno de los 2 se victimiza o sabe solucionar los problemas. En cualquier caso, muchas de esas situaciones son advertencias para no seguir adelante con una relación.
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¿Tendremos niños y, si es así, quién les cambiará los pañales?
Los hijos no deben ser un accidente. De hecho, tenerlos por accidente no debería ser una razón para casarse a las malas: sería tratar de resolver un error con otro error. Cuando se tienen hijos, normalmente, el centro de gravedad de la pareja gira hacia ellos. Incluso hay quienes creen que son la tumba del amor (“los niños son la alegría del hogar, ¡evítelos!”). Por eso: hay que hablar de cómo se asumirán las responsabilidades. Incluso, si se quieren evitar, también hay que hablar abiertamente de cómo hacerlo sin dejar de divertirse en la cama: ¿cómo planificamos?
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¿Debemos hablar sobre nuestras exparejas?
A veces no hay necesidad de hablar de los (las) ex, pues se convirtieron en tales por la llegada de su actual pareja, ya sea por cachos o por una ruptura civilizada. Normalmente, las parejas evitan hablar de sus exparejas, o cuando salen a flote es en medio del conflicto y les va muy mal (“a mí no me hable de esa perra”, “zunga” y otros ‘amorosos’ remoquetes). Mucho más complicado es cuando su pareja lleva una relación cordial con su ex (esposa(o), por ejemplo). Esa cordialidad puede ser convertida en motivo de celos. Agréguele si hay retoñitos de la anterior relación. La sombra del ex o la ex seguirá presente todo el tiempo. Hable del tema, también le servirá de termómetro de lo que le viene pierna arriba con su pareja actual. Aunque no va a hacer caso: si su pareja no habla calmadamente sobre el tema, es un mal presagio.
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¿La religión se va a convertir en fuente de conflicto? ¿Me vas a obligar a ir a misa o al ‘culto’ los fines de semana?
Aunque en un contexto como el de Estados Unidos la diversidad religiosa es mayor, el riesgo de diferencias por las creencias religiosas existe. Hay quienes se ofenden porque uno no toma en serio celebraciones como la Novena de Navidad o la Semana Santa. Imagine, y eso es un gran riesgo, que uno de los miembros de la pareja resulte cristiano. Tratar de convertir a su pareja se puede convertir en fuente de conflicto. Aunque hablar no soluciona nada, para ser francos, por lo menos le dará pistas de lo que le viene pierna arriba.
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¿Cuándo nos casemos tus deudas serán mis deudas, te convertirás en mi deudor solidario, lo tuyo es mío y lo mío es tuyo? ¿Tienes problema en firmar capitulaciones –para que no me puedas caer sobre lo que tenía antes del matrimonio- si no separamos?
No hablemos carreta: casi todas las relaciones se acaban por problemas económicos. Lo dicen las madres: cuando la pobreza entra por la puerta, el amor sale por la ventana, o algo así.
De hecho, muchas veces el atractivo de una pareja, más allá de lo sexual o físico, es lo económico. Muchos(as) creen que encontrar pareja es encontrar ‘marrano’.
Por eso, no solo es necesario hablar sino tener en claro todo lo que tiene que ver con las finanzas. Ser claro no significa no ser solidario, o terminar con la lógica de que “en todo vamos miti, miti”.
La importancia de lo económico sale a flote, paradójicamente, no cuando se arman las parejas sino cuando se separan. No sin razón muchos integrantes de pareja creen que la parte que le duele más a su ex es el bolsillo, por eso la venganza viene en la liquidación de la sociedad conyugal.
Para aquel que tiene plata, la relación de pareja puede significar pérdida de autonomía en el manejo de las finanzas. Por eso, hable del tema.
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¿Vamos a tener qué hacer todo juntos luego de casarnos? ¡Yo soy independiente! ¿Cierto, mi amor?
La respuesta obvia, aunque equivocada, puede ser sí. Casarse no debería significar perder autonomía o la independencia, aunque de hecho así es, aunque sea parcialmente. No involucrar a la pareja en todo puede convertirse en fuente de conflicto o celos. Si quiere romper la repetición de este patrón de parejas, háblelo. Hágalo o no lo haga (hablarlo), será fuente de conflicto, que si se maneja bien, puede ser interpretado como un ajuste. Pero si se maneja mal, puede ser causa de ruptura.
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Hablemos francamente: ¿Cómo te caen mis parientes?
Esta será tan importante, que muchas veces las peleas de pareja terminan en agresiones a la familia del otro (“¿Y tu mamacita, qué?”).
La práctica puede terminar demostrándole que la mejor manera de mantener una buena relación de pareja es alejarse al máximo de las familias. Pero mientras eso no pueda pasar, un buen comienzo es hablar del tema. Pero no es garantía de que no se convertirá en fuente de conflicto, en especial cuando se trata de suegros y suegras. Tome también en cuenta que en nuestro contexto, suegros y suegras son un apoyo cuando las parejas deciden tener hijos planificadamente o por accidente. Con tal que alejarse de ellos puede ser una mala idea.
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¿Con qué frecuencia vamos a ‘tirar’? ¿Qué tan importante es el sexo para ti?
Cuando las parejas comienzan la relación, seguramente, copulan 24 horas, 7 días a la semana. Pero esa fiebre se calma. Si la relación está basada en eso, y uno de los miembros de la pareja se enfría, no dude que el otro(a) terminará buscando satisfacción en otra parte. Es en ese momento cuando se sabe si la pareja tiene otro pegante diferente al sexo. Muchas veces, ese otro pegante son los hijos, aunque puedan significar la miseria como parejas.
Pero la conversación sobre el sexo puede ir más lejos, para hablar de expectativas, deseos de experimentar. Eche lengua, mucha lengua.
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¿Vamos a ser pareja sexual exclusiva o puedo seguir coquetando con otros(as)?
Aquí no somos tan abiertos para hablar del tema. Pero es claro que casi todo miembro de pareja se le ha pasado por la cabeza tirar con otro(a) cuando ya anda emparejado. Solo los muy evolucionados podrían responder afirmativamente a la tentación, contarlo y sobrevivir como pareja.
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¿Puedo seguir consumiendo pornografía?
Eso hay que hablarlo. Muchos miembros de pareja interpretan eso como un “no estás satisfecho conmigo”, aunque no tiene nada que ver con eso. Y para ser franco, ver pornografía en pareja a veces puede perder atractivo. Esta pregunta es parte de la conversación sobre las expectativas sexuales y la experimentación.
11. ¿Podríamos hablar de tu pasado sexual?
Esta pregunta solo se debe formular con un propósito práctico: saber si existe riesgo de enfermedad sexual. Y la conversación no debe tenerse solo al pensar en casarse, sino al iniciar la relación. Muchas parejas dejan de usar condón apenas creen que tienen plena confianza en su pareja. ¿Qué tal si los 2 nos hacemos una prueba de VIH juntos?
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¿Sabemos todas las formas verbales y no verbales de decir te amo?
‘The New York Times’ menciona decir te amo, en todas sus variantes: con palabras, la calidad de tiempo, dar regalos, realizar actos de servicio, tener contacto físico.
Muchas veces los actos más amorosos, como trabajar para sostener un hogar, no son interpretados como tal, sino como descuido. Por eso, hay que hablarlo. Pero recuerde que hablar no es garantía de nada.
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¿Qué admiras de mí y cuáles son tus manías?
La primera parte de la pregunta es fácil. Pero la respuesta a la segunda, normalmente, solo aflora luego de algún tiempo de convivencia. Hablarlo no garantiza nada, pero puede ser un buen comienzo para cuando aparezcan esas cosas no tan atractivas de la pareja.
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¿Cómo nos ves en 10 años?
‘The New York Times’ dice que esto podría poner en evidencia las metas de cada uno en términos de relación, de si la ve de por vida o, por lo contrario, el divorcio como opción si las cosas no funcionan.
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