Si bien el número de personas quieren someterse a este procedimiento aún es reducido, si va en aumento. Curiosamente, prefieren India, poco tolerante con su comunidad, a Tailandia, el destino predilecto para este tipo de operaciones y considerada más abierta.
Ese es el caso de Betty Ann Archer, un antiguo soldado que, después de una larga lucha contra la depresión, decidió viajar a Nueva Delhi para cambiar de sexo, como muchos extranjeros atraídos por los precios en India para este tipo de operaciones.
Esta estadounidense de 64 años se llamaba antes Dale Archer. Siempre se sintió prisionera de un cuerpo con el que no se identificaba y, durante su infancia, se ponía en secreto los vestidos de su madre, para gran disgusto de su padre, que era militar.
“Intenté suicidarme dos veces, no me amaba. Mi cuerpo no me gustaba nada. No podía ser yo misma”, afirma Archer, de Arizona.
“En 2011 estuve muy enferma y casi me muero”, añade, vestida con un sari azul y acicalada con joyas que se compró después de su operación en Nueva Delhi. “Cuando estaba convaleciente, llegué a la conclusión de que tenía que cambiar o morir”.
En noviembre, Archer ingresó en el Olmec Centre, una clínica del norte de Nueva Delhi. El precio era más bajo que el de los establecimientos tailandeses “demasiado caros”.
“Aquí el precio es asequible. Es una opción para algunas personas transgénero”, afirma Archer, que pagó 6.000 dólares, o sea la quinta parte de lo que le hubiera costado en Estados Unidos.
De compras
Por un máximo de 22.000 dólares, Olmec suministra tratamiento y alojamiento, transporte desde el aeropuerto y seguimiento posoperatorio, que incluye jornadas de compras y visitas turísticas, como al Taj Mahal.
El fundador de Olmec, el cirujano estético Narendra Kaushik, afirma operar a unas 200 personas por año, sobre todo indios.
Pero cada vez llegan más extranjeros a su consulta desde los países occidentales (Estados Unidos, Reino Unido y Australia) en busca de mejor precio, pero también gente de países emergentes que quieren más calidad en los cuidados médicos.
Cada año opera a una veintena de extranjeros (antes eran entre cinco y diez). “Esta comunidad [transgénero] está muy conectada en el mundo. Si quedan contentos con los servicios en India, hacen correr la voz”, explica el doctor Kaushik.
El gobierno indio promueve el turismo médico concediendo visados específicos con una validez de un año.
El sector, que mueve 3.000 millones de dólares de ingresos al año, prevé duplicar esta cifra antes de 2020, según un informe de la patronal india publicado el año pasado.
Más de 250.000 pacientes extranjeros vienen cada año a India, según el gabinete de asesoramiento estadounidense Patients Beyond Borders.
Una cifra todavía modesta si se compara con Tailandia, que atrae anualmente a dos millones de extranjeros, pero el director del gabinete, Josef Woodman, estima que India acaparará sobre todo a los interesados en las operaciones transgénero.
“Creo que se tardará todavía tres o cinco años”, declara Woodman a la AFP.
Este apogeo sorprende en un país donde millones de transexuales sufren discriminaciones. Les llaman “hijras” y suelen vivir al margen de la sociedad, de limosnas o de la prostitución.
‘Quería el mejor’
Rosy Mica Kellett, un violinista británico jubilado, decidió viajar a India para convertirse en mujer por recomendación de su cirujano. Le costó 14.000 libras (18.000 euros, 20.500 dólares), la mitad que en el Reino Unido.
“Es mucho más barato que aquí, e incluso más que en Tailandia”, afirma esta mujer casada de 50 años a la salida de una cita médica con el doctor Kaushik.
“Lo que me contaron de Tailandia no parecía tan bueno”, añade Rosy Mica Kellett, que antes se llamaba Michael. “Quería lo mejor y lo he conseguido”.
Los cirujanos indios desarrollan sus propias técnicas de operación, en particular para la cirugía de mujer a hombre, más compleja, explican los expertos.
Con vistas al futuro, Shobha Mishra Ghosh, directivo de la federación patronal FICCI, espera que se cree “un ecosistema completo” con la concesión rápida de visados, puestos de información en los aeropuertos y más intérpretes para consolidar el auge del sector.
Annie Banerji / AFP
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